He bajado a la cocina palpando la madera de la barandilla guiada por la incontrolable llamada del tarro de café molido. Y al abrirlo, mis fosas nasales han espirado un "gracias". Imaciente, he tenido que esperar a que el elixir del despertar subiese. Y, a borbotones mientras que ascendía por la cafetera, me he sentido como Santa Teresa de Jesús. Una experiencia completamente ascética.
Leche desnatada, una cucharadita de azúcar y una taza de medio litro. A sorbos, como quien bebe agua después de una maratón, me he ido acercando poco a poco al éxtasis. Bebe más. Más. Tragando incontrolables dosis de placer. Más. La nariz húmeda del vapor ascendente que estimula mis sentidos. Huele Amanda, huele. Sorbos. Tragos. Quiero otro.
Insaciable. Insatisfecha. Quiero más. No pienso acostarme. Quiero permanecer en la cocina, acompañada de mi taza ya vacía y del mítico cigarrito de después. Nos fundimos como si fuesemos uno solo, en idas y venidas. Me está matando, lo sé. Y aún así me embriaga. Cáncer. Me embriaga.
Mi cuerpo está fuera de control. Creo que jamás volveré a hacer el amor tan temprano. Si el 2009 ha de ser el año en que tenga que dejar los múltiples vicios que me acompañan en mi día a día, casi que prefiero dormir y que me despierten en 2010. Eso sí, siempre con una buena taza de café.
1 comentario:
Pero qué abandonado tienes esto Amanda!
Publicar un comentario